27 de junio de 1973.
Ricardo Berrutti

Hoy hace 42 años, que Juan María Bordaberry, en complicidad con miembros de las Fuerzas Armadas y civiles que apoyaron la instauración de uno de los períodos más oscuros y trágicos de nuestra historia, ponían a un pueblo con más de cuarenta años de institucionalidad democrática, en los titulares de la prensa mundial.
Fue el momento definitivo, en el cual, una larga y triste noche, cayó sobre la República, a la que el entonces Presidente, había jurado defender, así como a su Constitución y a sus Leyes.
En este recorrido de horror, quisiera dejar de manifiesto, que he leído en las crónicas de entonces, el solitario grito de Enrique Erro, quien, desde las barras del Palacio de las Leyes, al momento de que Juan María Bordaberry juraba defender lo que luego traicionó, grito al Presidente electo, un premonitorio ¡¡PERJURO!!
Tenía razón.
“Hace 36 años, Bordaberry disolvía las Cámaras y sepultaba a la democracia
El 27 de junio de 1973, hace hoy exactamente 36 años, el presidente de la República, Juan María Bordaberry, disolvía el Parlamento con el apoyo de las Fuerzas Armadas, creaba un Consejo de Estado con funciones legislativas y disponía la restricción de las libertades individuales, dando comienzo a uno de los períodos más tristes de la historia de nuestro país”
Sábado 27 de junio de 2009 | 6:31
“El entonces senador Wilson Ferreira Aldunate dijo, minutos antes de que terminara la sesión de aquella noche: “Perdonarán que antes de retirarme de sala arroje al rostro de Bordaberry y sus cómplices, los autores de este atentado, el nombre de su más radical e irreconciliable enemigo, que será, no tengan la menor duda, el vengador de la República: ¡Viva el Partido Nacional!”.
“El mismo día del golpe de Estado el Presidente de la República pronunció un discurso transmitido en cadena en el cual dijo: «Afirmo hoy una vez más y en circunstancias trascendentes para la vida del país, nuestra profunda convicción democrática y nuestra adhesión sin reticencias al sistema de organización política y social que rige la convivencia de los uruguayos. Y va con ello entonces el rechazo a toda ideología de origen marxista que intente medrar con nuestras dificultades, que intente aprovecharse de la generosidad de nuestra democracia para presentarse como doctrina salvadora y terminar como instrumento de opresión totalitaria. Este paso que hemos tenido que dar no conduce y no va a limitar las libertades ni los derechos de la persona humana. Para ello y para su vigilancia estamos nosotros mismos; para eso además hemos cometido esas funciones al Consejo de Estado y más allá, aún por encima de todo ello, está el pueblo uruguayo que nunca dejó avasallar sus libertades» (César Di Candia)
En tanto, para Juan Raúl Ferreira, hijo del extinto caudillo Wilson Ferreira Aldunate, “a pesar de la tristeza y el dolor” que provocó la caída de las instituciones en aquel momento, entiende sin embargo que “no éramos capaces de darnos cuenta de la larga noche que se nos venía encima”.
“Recuerdo aquella sesión maravillosa del Senado, que ha sido tantas veces repetida por la televisión, donde los distintos partidos políticos se despidieron de las instituciones, lanzando sus respectivas convocatorias para resistir al régimen y por el retorno a la democracia”.
“Tengo presente discursos célebres como el de mi padre, el de Rodríguez Camusso o el de Hierro Gambardella, por citar sólo algunos. Fue una sesión muy solemne, muy cargada de emoción y también hubo hechos de resistencia anónima, que no buscaban otra cosa más que aportar un granito de arena. Hubo pequeños gestos de gente desconocida, que para ellos significaba mucho”, dijo.
En ese sentido, recordó conmovido el episodio de la salida del Palacio Legislativo junto a Wilson, ya en la madrugada del 27 de junio, cuando “en medio de la tensión y la conmoción que se vivía, con jóvenes rodeando a mi padre y vivando al partido, en un instante que pudo haber sido muy tenso, una mano uniformada le tomó el brazo a Wilson”.
“En ese instante pudo haber ocurrido cualquier cosa, pero cuando nos dimos vuelta era un modesto funcionario policial, que veíamos todas las mañanas cuando llegábamos al Palacio, y que en ese momento ni siquiera sabíamos su nombre. Era Juan Antonio Grasso, que miró a los ojos a mi padre y le dijo: `Mi casa es muy humilde, pero tenga la seguridad de que ahí no lo van a ir a buscar´. Para mí eso fue todo un símbolo”, evocó.
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Vos en Plural
27 junio, 2015 at 21:42
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