El infantilismo compañero
Varios sindicatos radicalizaron sus posturas y enfrentan a la izquierda como lo hacían con blancos y con colorados; el gobierno como el PIT-CNT no saben cómo reaccionar
«Los convenios están para ser cumplidos”. La frase la repiten varios sindicalistas de primera línea del PIT-CNT con años de experiencia en la tarea, como una de las principales enseñanzas que les dejó el histórico dirigente y cofundador del Frente Amplio (FA), José D’Elía. También la repitió varias veces en el último mes el ministro de Trabajo, Eduardo Brenta. Pero en el último tiempo esas palabras no han encontrado eco en buena parte de la camada de nuevos dirigentes, que aun cuando sus sindicatos tienen compromisos firmados, no dudan un momento en hacer sentir sus reclamos sin considerar el alcance de las medidas.
La forma de proceder de los nuevos dirigentes, que encendió luces de alerta dentro de la central, es también un dolor de cabeza para la coalición de izquierdas y la gestión de gobierno, porque se ha transformado en un problema sin solución. Sin embargo, lejos de ponerles un freno, dentro del FA enfrentar a los sindicatos parece ser un tabú. Afectar o poner en riesgo la relación privilegiada que mantienen con el movimiento sindical desde hace más de 40 años, hasta ahora no estuvo en la agenda.
El politólogo Juan Carlos Doyenart considera que la relación con los sindicatos pasa por el momento más complicado desde que la izquierda está al frente del gobierno. “Sin lugar a dudas existe una cultura de izquierda donde los sindicatos ‘siempre tienen la razón’ por lo cual en esta situación están muy incómodos. Ahora son gobierno y comprenden que el gasto y el reparto tienen un límite”, explicó el analista a El Observador. “Claro que nadie le quiere dar la izquierda a nadie en el FA y tampoco en el aparato sindical, lo cual hace que los sectores más radicales tomen de rehenes a los moderados”, agregó.
Para el politólogo Jorge Lanzaro, si bien los dos gobiernos del FA se distinguen por los avances registrados en las relaciones laborales, hay aspectos que podrían haber funcionado “mejor”. Entre ellos destacó que “la asignación de bienes económicos y recursos de poder no se acompaña de un intercambio político en que el gobierno establezca ‘condicionalidades’ y consiga contraprestaciones”, como por ejemplo en la regulación y autoregulación de salarios y conflictos o acuerdos para la reforma del Estado o la educación, entre otras (ver entrevista).
Los reclamos salariales de los docentes es uno de los frentes de conflicto que se mantiene abierto. Si bien el Poder Ejecutivo está firme en no ceder a la presión de los sindicatos para que se otorguen aumentos superiores a los ya previstos en la Rendición de Cuentas, hasta ahora no encontró la forma de marcarles un límite para que los trabajadores midan sus reivindicaciones (ver página 4). Lo mismo le pasa en la salud pública. Los reclamos por más dinero y las ocupaciones volvieron como hace menos de un año.
El proceder de los sindicatos de “izquierda radical” o de “línea dura” como se les conoce han sido blanco de fuertes críticas por parte del presidente José Mujica a lo largo de su gestión. El mandatario ha dedicado todo tipo de cuestionamientos a la manera en que actúan, y especialmente a los gremialistas de la educación. A modo de ejemplo, a principios del año pasado en su audición radial les atribuyó “actitudes de izquierdismo infantil” que consideran que “todo está mal”. “Hay algunas cabecitas atolondradas que creen que se pueden llevar todo por delante”, había dicho Mujica.
Pero más allá de eso, el gobierno tampoco ha podido frenarlos con la ayuda del PIT-CNT, porque sus dirigentes de referencia no tienen peso para llegar a esos sectores y sus esfuerzos por calmar las aguas no dejan de ser solo una intención. Mientras, los sectores no alineados siguen en la postura de confrontar, igual que lo hacían en la década de 1990 y principios de 2002 frente a los partidos tradicionales.
Conflictividad récord
El primer semestre de 2013 tuvo el mayor nivel de conflictividad desde que el FA asumió el gobierno en 2005, de acuerdo al último informe elaborado por el Instituto de Relaciones Laborales de la Universidad Católica, pese al aumento del salario real y la reducción del desempleo de los últimos ocho años. Los sindicatos de la educación pública tuvieron una violencia “no habitual”, debido a la ocupación de escuelas por primera vez en la historia y la realización de otro tipo de movilizaciones con convenios colectivos vigentes, dice el informe. Los reclamos por mejoras salariales fueron la causa de más de la mitad de los conflictos y se espera que la tendencia se mantenga de cara a la última parte del año, mientras se desarrollen la ronda de negociación colectiva en el sector privado que involucra a unos 500 mil trabajadores.
Cortocircuitos
Desde que asumió el presidente Tabaré Vázquez en el año 2005 y luego con Mujica al frente del Poder Ejecutivo, la postura de la central ha estado caracterizada por el reconocimiento a los logros del “gobierno amigo”, más que por cuestionamientos y reclamos como se acostumbró cuando gobernaron los partidos tradicionales. Después de ocho años eso empezó a pesar en la interna sindical, desde donde se cuestiona el alineamiento con el gobierno e incluso hay quienes están dispuestos a conformar una nueva central de trabajadores.
“Los sectores minoritarios del FA están opuestos a la política económica oficial. Ello genera que el aparato sindical (básicamente de funcionarios públicos) es utilizado para enfrentar la política económica de cuidar el gasto y el déficit fiscal”, afirmó Doyenart.
Las corrientes de tendencia radical vienen ganando espacio. Aunque no tienen una gran presencia dentro del PIT-CNT, sí tienen peso en sindicatos de la enseñanza, municipales y de la administración central. Eso se nota cada vez que se movilizan con huelga y con ocupaciones como cabeza de sus estrategias. Si bien el PIT-CNT insiste en que midan sus acciones, tampoco tiene los resultados que quisiera, porque no logra moderarlos en el uso de sus autonomías al momento de tomar decisiones.
Reclamar está bien
El diputado del Nuevo Espacio y exdirigente sindical, Jorge Pozzi dijo a El Observador que la relación con los sindicatos está dentro de los parámetros que se podían esperar luego de “dos décadas de retraso en las relaciones laborales”. “Los trabajadores reclaman y está bien. No debemos preocuparnos por eso, debemos atender y negociar en lo público y garantizar la igualdad en la negociación entre privados. Cuanto más se aceiten estos mecanismos menor va a ser la conflictividad y mejor el resultado para todos”, afirmó. Para Pozzi la confrontación que algunos sectores minoritarios del movimiento sindical llevan adelante es “un camino errado”. “Nunca en los últimos años los trabajadores han tenido las herramientas que hoy poseen para lograr sus reivindicaciones. Debemos tratar de convencer, que lo mejor es hacer una apuesta por profundizar este modelo que el FA ha desarrollado”, agregó.
Relación privilegiada
En diciembre de 2003 el IV Congreso del Frente Amplio discutió, entre otros puntos, cómo debía ser su relación con el movimiento sindical en el gobierno. “La fuerza política y su gobierno, así como el amplio, multifacético y combativo movimiento de masas, integramos el bloque político y social alternativo, opuesto al bloque de poder. (…) Tenemos todos un mismo proyecto que, en sus grandes líneas, puede ser caracterizado de popular, nacional y democrático, antiimperialista y antioligárquico. (…) Asumimos, como cuestión de principios, la relación con los trabajadores”, dice el documento.
Dos meses antes, en el VIII Congreso del PIT-CNT la central también había discutido el tema. Si bien había sectores que eran partidarios de continuar la línea de confrontación practicada durante las administraciones de blancos y colorados, fueron mayoría quienes estaban a favor buscar acuerdos con el gobierno de Vázquez. “No somos ajenos ni al gobierno, ni a la fuerza política que lo sustenta, en cuanto somos parte de lo uno y de lo otro. (…) El movimiento sindical, desde su irrenunciable independencia de clase, estará en la primera línea de defensa”, dice la resolución, publicada en el trabajo titulado Sindicatos de izquierda ante el primer gobierno uruguayo, elaborado por los expertos en ciencias políticas Luis Senatore y Jaime Yaffé.
“Los cambios de rumbo tensan la hermandad”
Jorge Lanzaro
Doctor en Ciencia Política
¿Cómo define la relación entre la izquierda y los sindicatos?
La izquierda y los sindicatos han tenido históricamente una relación de hermandad, con relativa autonomía, que se refuerza en los años 1960, al crearse la CNT como central única, en paralelo con sucesivas coaliciones de izquierda, que desembocan en el FA (1962-71). Desde la transición democrática hay un movimiento entrelazado, sindical y partidario, que es fuerza de oposición y vector de crecimiento del FA. El primer gobierno del FA tuvo un perfil “laborista”: se integra con una treintena de cuadros de origen sindical (legisladores y cinco ministros) y brinda a los trabajadores un cúmulo de bienes económicos y políticos, como aumento del salario real, mejoras en el trabajo y la seguridad social, formalización laboral, fuero sindical y sistema de salud. La política del gobierno acordó recursos de poder a los sindicatos, que aumentan en número y afiliados, manteniendo la unidad del PIT-CNT, en contraste con la fragmentación que hay en Brasil, Chile y otros países latinoamericanos. Una pieza crucial, es la restauración ampliada de los Consejos de Salarios, en su tercera época desde 1942 y 1985. La participación corporativa se extiende también en la enseñanza e influye en el sistema de salud.
¿Considera que se deben atender otros aspectos de la relación con los sindicatos?
Hay cosas que podrían funcionar mejor. Más dirigismo gubernamental y efectividad en la negociación tripartita de alto nivel (Consejo Superior de Salarios), ligándola a estrategias de desarrollo. El Ministerio de Trabajo ganó peso, pero podría mejorar sus capacidades institucionales y su competencia para la regulación (salario, productividad, competitividad). La ley de 2009 tiene un sesgo liberal, proclama la autonomía de las partes laborales y quitó facultades regulatorias al gobierno: más allá de la “pautas” – que en general se aplican– los acuerdos ya no están sujetos a la homologación del Ejecutivo para ser obligatorios. La pulseada con el gremio de la bebida dejó en claro las limitaciones del gobierno. La asignación de bienes económicos y recursos de poder no se acompaña de un intercambio político en que el gobierno establezca “condicionalidades” y consiga contraprestaciones: regulación y autoregulación en salarios y conflictos; facilidades para la reforma del Estado o la educación; mejoramiento en las prácticas y la cultura de los servicios públicos. Esta pauta rige en Montevideo desde la administración Vázquez, con consecuencias deplorables en servicios municipales y en servicios públicos librados a la impunidad privada, como transporte o taxis. Felizmente, hay sectores privados, así como empresas y servicios públicos en que se ha avanzado y mucho, desde 1985 y con el Frente Amplio. El gobierno no ha obrado con todo el potencial de izquierda social democrática que podría tener. Falta definición de las relaciones con sindicatos y empresarios, falta liderazgo político y coaliciones reformistas. Hay zonas exitosas (macroeconomía, telecomunicaciones, energía, etc.) y zonas deficitarias, como educación.
¿Cómo ve los ataques que se realizan al gobierno desde algunos sectores del movimiento sindical y qué peso tiene la relación histórica entre izquierdistas al momento de tener que frenar algunos reclamos?
Los sindicatos están atravesados por la competencia política entre sectores de la propia izquierda, extra e intra Frente Amplio. Esto redunda en las formas de lucha, por disputas ideológicas o primitivismo novato, y dificulta la puesta en obra de políticas “transformistas”. Es algo que preocupa cada vez más a los dirigentes del FA, con miras a un tercer mandato. Y está planteado en la interna sindical, incluso entre los cercanos al gobierno, bajo amenaza de ser tachados de oficialistas. Los cambios de rumbo tensan la hermandad y cuestan bastante, generan polémica en el FA y en el sindicalismo.