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DE NO CREER!!!


CUCHILLA GUAVIYÚ

Esperan inaugurar con un asado una sala velatoria

Un pueblo salteño quiso construir esta sala con fondos del programa Realizar, que impulsó el Ministerio de Transporte. Mirá el video en el que explican el por qué de su elección

Sala velatoria

¿Cómo se inaugura una sala velatoria, Pepe? Alguien lo va a tener que hacer”, comentó el ministro de Transporte y Obras Públicas, Enrique Pintado, el jueves antes de la Semana Santa en un acto público donde rindió cuentas de su gestión. Se dirigía al presidente José Mujica, que participó del evento, y aludía a Cuchilla de Guaviyú, un pequeño pueblo del interior de Salto que eligió construir una sala velatoria con el dinero del programa Realizar 2011 del MTOP, en vez de pavimentar calles, colocar luminarias o acondicionar una placita, como quiso la mayoría de los otros 88 municipios del país que participaron de la iniciativa.

Nadie en el pueblo se incomoda cuando le preguntan por qué quieren una sala velatoria. Parecería ser una cosa obvia y necesaria. Es tradición celebrar los velorios en las casas, pero con los años la gente siente incomodidad con la práctica. 

El último velorio del pueblo se hizo en el salón comunal. Fue un hacendado de la zona que murió de forma repentina en el campo. La ceremonia transcurrió sin sobresaltos, pero a la gente le rechinó ver que pocas horas después de terminado el velorio, se realizó en el mismo salón un baile. Fue el colmo y los vecinos se cansaron.
Hoy, si alguna familia quiere evitar velar en su casa o en el salón comunal, debe trasladarse casi 50 kilómetros por un camino vecinal de tierra al pueblo Lavalleja, que sí tiene sala. 

Existe además otro detalle importante para justificar la necesidad de la obra. Según relataron a El Observador vecinos de Cuchilla, las ceremonias fúnebres mantienen como tradición hacer un fogón para asar carne a la parrilla, y no todas las casas tienen ese espacio para montar el fuego y acomodar a la visita. Es que “viene gente de lejos” a saludar a los dolientes, contaron habitantes del pueblo. Así, el fuego permanece durante toda la noche encendido para que cuando alguien tiene hambre se arrime a la parrilla, toma una galleta de campaña y corte una porción de asado con su propio cuchillo. Se forman ruedas en torno al fogón, y la gente comparte anécdotas e incluso chistes.
Es por ello que la sala velatoria del pueblo tendrá un parrillero, aunque en los planos de la obra no esté determinado. 

La inversión total será de 
US$ 14.124, según el presupuesto elaborado por la Intendencia de Salto en marzo de 2012, al que accedió El Observador. El inmueble tendrá, además del lugar para depositar los féretros, una sala de espera, cocina, baño, depósito y lugar para estacionamiento. También jardín, zonas con bancos en el exterior y un acceso vehicular. El lugar de construcción es justo en el centro de Cuchilla, pegado a una placita alambrada, que tiene cancha de fútbol, juegos infantiles y pequeños parrilleros con mesas. El proyecto integra el ambiente exterior característico del campo con “la sencillez del diseño” y “del método constructivo a utilizar”, dice el informe técnico de la comuna salteña. 

Cacho Erramuspe, un veterano que perdió a su esposa Flor de Lis, hace 19 meses, vive justo enfrente al predio donde se construirá la sala. Cuando relata a El Observador lo que vivió con su esposa se le llenan los ojos de lágrimas: “Yo estaba allí, tomando mate (señala el patio de su casa) y mi esposa salió para el fondo a colgar un poco de ropa. Cuando quiero acordar viene mi nieto y me dice que la abuela cayó y no contesta”. En ese momento, no dudó en acondicionar el living de su pequeña casa para colocar el cajón y proceder al velorio, como manda la tradición. No tenía otra. Hoy, como la inmensa mayoría del pueblo, respalda la construcción de la sala.

Al lado de Cacho vive Daniel, un solitario jubilado que se mudó a Cuchilla hace un tiempo. Él también tuvo que velar a su madre en la habitación principal de su casa, como tantos en el pueblo. Sentado en un alero, rodeado de plantas y con el  tabaco de chala en mano, cuenta que ese día llovía. Tanto llovía, que la visita tuvo que acomodarse en un galpón de Cacho, que generosamente ofreció, y adonde además se hizo el infaltable fuego para asar la carne.

Cuchilla tiene escuela (a la que asisten hasta completar el bachillerato) y parte de los alumnos son pupilos; policlínica con un médico que va 15 días al mes; cabina telefónica; biblioteca; salón comunal; placita con cancha de fútbol; tres almacenes de ramos generales (una que sirve bebidas alcohólicas); una carnicería clandestina; un destacamento policial con un solo agente, que llega en moto cada día a cumplir su horario; y dos iglesias: una católica y otra evangélica. Según el censo 2011, en este pueblo viven 138 personas, hay 51 casas (5 están desocupadas). Por las calles se ven muy pocos niños. Prácticamente todas las casas son parte del programa Mevir.

Carne de jabalí
Del otro lado de la placita está la policlínica, que la administra Eva, la enfermera del pueblo. Ella se adjudica la idea de construir una sala velatoria. Su casa está justo enfrente al salón comunal y a la policlínica, y recuerda con incomodidad el día que terminó el último velorio y al rato comenzó la música del baile. El difunto era un familiar suyo.

A dos cuadras viven Silvia y Antonio con sus hijos. Cuando reciben a El Observador tienen visitas y están de parabienes: pican carne de jabalí para hacer chorizos debajo de un alero junto a un galpón de chapa. Acumulan los alimentos para poder celebrar en setiembre el cumpleaños número 15 de su hija. Mirtha, que hace más de 60 años vive allí, admite como habitual velar gente en las casas. Con un gesto adusto parece no entender la curiosidad de los periodistas que hicieron más de 600 kilómetros para entender razones en Cuchilla.

Silvia se aparta para dar su punto de vista. Ella es “presidenta de la comisión de la escuela” y quien la conoce la señala como figura clave para que el proyecto de la sala velatoria haya salido. A ella se la ve también muy decidida en apoyar el proyecto. Recuerda que el pueblo estaba entre arreglar una canchita de fútbol para los pocos niños que hay en Cuchilla, o ir con todo para tener la sala velatoria. Finalmente la gente quiso que sea esto último, porque responde a una necesidad de años. 

Marisa es la suegra del alcalde Wilson Sena. Tiene visitas de Montevideo y está rodeada de vecinas. Justo allí, en su living donde se acomoda para dar su testimonio a El Observador, se ubicó hace cuatro años el cajón con el cuerpo de su esposo para ser velado, cuando murió luego de una larga agonía. Ella recuerda  ese momento con angustia. Fue complicado, pero sobre todo incómodo. Los vecinos la ayudaron, y ahora, como todos en Cuchilla, no ve la hora de tener una sala velatoria en el centro del pueblo. 

Millones y partidos
Esta historia tiene también un trasfondo político. En agosto de 2012 llegó a la caja de la Intendencia de Salto la mitad del dinero para construir las dos obras votadas en Colonia Lavalleja: pavimentar 20 cuadras en la zona de Migliaro y la sala velatoria en Cuchilla. Hasta el momento, dijo a El Observador el alcalde Sena (frenteamplista), no se ha visto más que el cartel que anuncia la obra en Cuchilla. Asegura que no tiene elementos para determinar que el intendente colorado Germán Coutinho haya dispuesto del dinero para otro destino en su administración, pero entiende poco creíble que se haya demorado tanto el inicio de la obra. Recuerda, de todos modos, que a comienzos de marzo hubo una reunión entre los alcaldes y el intendente, en donde el jefe comunal anunció que la sala velatoria en Cuchilla se comenzará a construir en la primera quincena de abril. El cronograma establece que el proyecto se realice en 14 semanas.

Sena denuncia que las obras de la intendencia tienen distinta velocidad de acuerdo a la afinidad política de los municipios con Coutinho.  De los seis municipios de Salto, tres son del Frente Amplio; dos del Partido Colorado; y uno del Partido Nacional. Además de Colonia Lavalleja, que la administra Sena, San Antonio (con Fernando Ferrari) y Villa Constitución (con Sergio García da Rosa) son de la coalición de izquierdas. Al frente del municipio de Belén está el nacionalista Gustavo Viera. Los dos restantes son colorados: Mataojo (con María Fagúndez) y Rincón de Valentín. En este último municipio ganó la elección Miguel Dalmao, del Frente Amplio, pero luego de su muerte asumió Tabaré Leiva. Pero cuando la obra esté terminada, a la gente de Cuchilla poco le importará quién vaya a inaugurarla. Nadie repara si irá Mujica, Pintado o el alcalde Sena. Eso sí: de seguro habrá un fogón con asado para festejar que ahora, por fin, pueden morir con dignidad porque tendrán su sala velatoria. l

de pan, cometas y mortadella

 Para llegar de Montevideo a Cuchilla de Guaviyú hay que hacer muchos kilómetros (más de 650). De la capital a la ciudad de Salto no hay demasiados problemas, más que soportar las seis horas de ómnibus sin paradas. 

El asunto es ir de Salto a Cuchilla. La única opción directa, sin ser en automóvil, es en la empresa de transporte “Lagreca”, una compañía local muy pintoresca que recorre pueblos del interior de Salto y departamentos limítrofes, y que tres veces por semana llega a Cuchilla como destino final. Antes, pasa por pueblos que de tan chicos no llegan a conformar una manzana de casas. Sale 5.30 en punto desde Salto y llega a las 9 a Cuchilla. Recorre más que los 150 kilómetros que distan de un punto a otro, porque reparte en rincones insólitos todo tipo de cosas: pan, fiambre, paquetes, damajuanas de vino o cometas, entre otras encomiendas. A poco de haber iniciado el recorrido el guarda se para y cobra boletos. Conoce muy bien a todos los pasajeros, y así los llama por su nombre y les pregunta por sus familiares. Le digo que voy a Cuchilla y le explico por qué. Me mira sin asombro y responde: “Ese pueblo no cambia más, solo los maestros y médicos cambian”. Todavía no amanece y el camino de “Lagreca” es largo. Una vez que deja atrás la ruta 31, toma la 4, y al llegar a pueblo Lavalleja para en la panadería El nuevo rumbo. 

El panadero es uno de los concejales del municipio, y recibe con las manos en la masa a los pasajeros que aprovechan para comprar galletas. De vuelta en la ruta el ómnibus de Lagreca sigue levantando pasaje. Cuando deja la ruta 4 toma un camino de tierra y piedras que conduce a Cuchilla. Debe transitar más de 30 kilómetros así, entre tierra y polvo.

 
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Publicado por en 1 abril, 2013 en Comisión Prensa y Propaganda, Debate Abierto, Difusion, Enrique Pintado, Gobierno, MTOP, Salud, Vergüenza Nacional

 

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